Del Texto a la Señal: cómo leer sin falsificar la realidad
- Merly Abondano
- hace 3 días
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Síntesis personal del pensamiento de Raúl Cruz-Mireles
por merly Abondano
1) Por qué leer de otro modo
Durante años hemos coleccionado datos, métodos y devociones, pero el centro quedó borroso. Este proyecto fija ese centro: rescatar la señal que Dios comunicó en la forma y el fondo de la Escritura y descartar el ruido que proyectan nuestros sistemas. Importan la metodología, el carácter y la guía de Dios, sí, pero no son el centro: el centro es la fidelidad al texto. La información que usamos es pública y vasta —síntesis de miles de investigaciones—; lo distintivo no es la data, sino el “cómo” la empleamos para no falsificar la realidad.
2) Señal y ruido: el problema de la comunicación
La teoría de la información nos obliga a empezar por lo obvio: comunicar es difícil. El lenguaje humano es limitado; entre emisores y receptores hay pérdidas, ambigüedades y sesgos. Si esto ocurre entre humanos, cuánto más cuando se trata de comunicar lo divino. Por eso afirmamos que la Escritura está cuidadosamente diseñada para comunicar: no solo dice con palabras, dice con estructuras (paralelismos, quiasmos, repeticiones, figuras). Pensar en un Agente que optimiza la transmisión a oyentes falibles nos permite confiar en la arquitectura bíblica, no por fanatismo sino por racionalidad comunicativa: redundancias, múltiples canales (palabra escrita y hablada, imagen, sonido, tradición viva) y una pedagogía progresiva a lo largo de la historia.
3) Contra las falsificaciones: del sistema al texto
La historia del pensamiento —de la gente común a Kant o Einstein— muestra una tendencia: desear otra realidad y, al hacerlo, forzar el texto. Muchas teologías se vuelven reconstrucciones donde se pegan trozos sueltos para levantar “edificios” que no existen en la realidad del pasaje. Nuestra propuesta revierte el orden: no dejamos que el sistema fuerce el texto; dejamos que el texto fuerce (o quiebre) el sistema. Esto requiere:
Suspender la ansiedad por “una teología única” y reconocer la pluralidad histórica de lecturas.
Distinguir texto de construcción teológica.
Someter cada afirmación a pruebas en el conjunto bíblico y en la vida (verificabilidad práctica).
Criticar ideas, no personas, y mantener transparencia sobre alternativas.
4) Método: arquitectura, léxico, versiones, recepción
Leemos tema por tema y palabra por palabra, subordinando el método al problema real: cómo comunica el texto.
Texto y variantes: partimos de manuscritos y aparatos críticos; la comparación no es un adorno, es la base para oír con precisión.
Léxico-semántica: atendemos la evolución histórica de los vocablos y cómo los usan las versiones antiguas (no solo cómo los definimos hoy).
Estructura y retórica: identificamos figuras porque la estructura porta información; allí viaja buena parte de la intención.
Recepción e historia: masoras, Talmud, patrística, Reforma… no como norma suprema, sino como dato contrastable que explica por qué ciertas lecturas se impusieron.
Economía de hipótesis: preferimos explicaciones que maximizan la coherencia canónica con mínima multiplicación de supuestos.
5) Sesgos y entrenamiento de la mirada
Todo lector llega con expectativas. El curso forma sensibilidad para detectarlas: ideologías, lealtades de grupo, miedos, automatismos. Enseñamos a separar señal (intención) de ruido (proyección) y a reconocer “edificios ajenos a la realidad”. Exigimos el porqué de cada decisión exegética, pedimos consistencia entre microlecturas y macroestructura, y priorizamos la coherencia narrativa y retórica antes que la acumulación de versículos sueltos.
6) Deconstrucción para sanar, no para destruir
Deconstruir no es demoler la fe; es quitar lo que la deforma. Señalamos el riesgo del ego religioso (necesidad de tener razón, culpas mal usadas, autoridad sin examen) y proponemos una espiritualidad de la conciencia: mirar de frente la duda, el silencio, el misterio y la vulnerabilidad. La libertad interior nace cuando la imagen deja de ser el ídolo. La autoridad verdadera no se impone: se reconoce por fruto.
7) Comunidad que acompaña procesos
La comunidad puede sanar o enfermar. Apostamos por una iglesia que acompaña ritmos, escucha, corrige con verdad y amor, y se deja auditar por la Palabra. El Espíritu no está preso de jerarquías; por eso cultivamos autocrítica, apertura y un clima de laboratorio de amor, no de tribunal moral. Dogmas y métodos existen para servir a la verdad, nunca para reemplazarla.
8) Fe consciente, praxis verificable
La fe madura no teme la duda ni necesita certezas absolutas: confía lo suficiente como para probarlo todo y retener lo bueno. La transformación auténtica renueva la mente antes que la conducta y se mide en compasión, no en acumulación de conceptos. Por eso hablamos de verificabilidad práctica: lo que el texto enseña debe poder vivirse. La belleza formal y la coherencia del canon son pistas de intencionalidad; la praxis confirma el aprendizaje.
9) Compromisos del aula
Respeto radical al texto: la Escritura, también en su arquitectura, es nuestra guía.
Evidencia sobre autoridad desnuda: manuscritos, variantes, léxico, estructura y contexto primero.
Transparencia y consistencia: alternativas sobre la mesa; micro y macro en diálogo.
Crítica de ideas, no de personas: humildad para corregirnos (docentes incluidos).
Corrección permanente: el curso mismo se somete a prueba y evoluciona.
10) Lo que nos proponemos que ocurra en ti
Que pienses críticamente por ti mismo/a, que entrenes un oído capaz de detectar falsificaciones, que ganes herramientas para extraer la intención del texto y el coraje de dejar que esa intención te reordene. Que pases del dogma a la evidencia, de la consigna al discernimiento, de “creer mejor” a vivir desde el Espíritu.
Cierre
Conclusión: el gran desafío es extraer la información que Dios codificó en las palabras y en su estructura, y vivir conforme a esa señal. Si algo debe romperse en el camino, que sea nuestro sistema —no el texto. Aquí aprendemos a hacerlo juntos, con rigor, humildad y esperanza.


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